ante la mirada atenta del mundo
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ante la mirada atenta del mundo
Ese mundo ha llegado ya. ¿O qué otra naturaleza le corresponde a la más que diligente actuación del videoaficionado en cualquier hora y lugar? El mundo, sus parajes más remotos, sus incidentes más imprevistos, sus sorpresas más insólitas, se desperezan hoy ante el ojo atento de una o más cámaras. Cámaras que parecen instaladas allí no porque previnieran el suceso, sino porque existen como órganos mismos del suceso. El suceso llega a consumarse gracias al objetivo que opera como un impulsor de realidad. Sin el objetivo no se realizaría lo real. La toma formatea la información. El vídeo da vida.
De este modo son aprehensibles, validadas y comercializables las incidencias más baratas. La videocámara las graba, las marca, les confiere una tasa y la hace circular por el mercado audiovisual o máxima industria del entretenimiento, dentro de cuyo sector se encuentra el género policial de la videovigilancia, el género pornográfico de las web en las habitaciones de hoteles de lujo, el intimismo sentimental de las escenas hogareñas, el morbo de las snuff movies, el espionaje por el espionaje como forma de ser o estar.
¿Obtendremos, al fin, con ello la condición de dioses menores, espías divinos, propiedades de divinidad con alcance popular? Más bien el cruce de esta miríada de retinas va tejiendo una trama muy desnuda donde a fuerza de desvelar particularidades se vela, paradójicamente, el valor de la intimidad. Cuatrocientos años de historia batallando por conseguir la intimidad y han bastado apenas un par de décadas para que se haya convertido en un elemento sólo al alcance de los muy ricos, dueños de residencias amuralladas y de guardaespaldas sin cesar.
De este modo son aprehensibles, validadas y comercializables las incidencias más baratas. La videocámara las graba, las marca, les confiere una tasa y la hace circular por el mercado audiovisual o máxima industria del entretenimiento, dentro de cuyo sector se encuentra el género policial de la videovigilancia, el género pornográfico de las web en las habitaciones de hoteles de lujo, el intimismo sentimental de las escenas hogareñas, el morbo de las snuff movies, el espionaje por el espionaje como forma de ser o estar.
¿Obtendremos, al fin, con ello la condición de dioses menores, espías divinos, propiedades de divinidad con alcance popular? Más bien el cruce de esta miríada de retinas va tejiendo una trama muy desnuda donde a fuerza de desvelar particularidades se vela, paradójicamente, el valor de la intimidad. Cuatrocientos años de historia batallando por conseguir la intimidad y han bastado apenas un par de décadas para que se haya convertido en un elemento sólo al alcance de los muy ricos, dueños de residencias amuralladas y de guardaespaldas sin cesar.
dundiles- Participante
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